“Río” – Bernardita Hurtado Low (1953, Ancud; reside en Palena, Chile)
Margarita vive a este lado del río Encuentro y en su escuela hay una bandera de tres colores con una estrella tan blanca como la flor de nieve. Facundo vive al otro lado del río, y en su escuela hay una bandera que tiene dos colores y un sol grande y amarillo como un girasol.
Cada tarde, Facundo lleva sus ovejas al río y Margarita baja por la ladera con su vaca Mariposa que a esa hora siempre tiene sed.
A veces, se suben al puente y él lleva frutos de maqui y calafate; Margarita va entonces, con flores de chilco en el cabello, y dice que es una princesa mapuche mientras cuenta leyendas de su pueblo y los bosques australes. Facundo promete que un día le regalará una capa de piel de guanaco, porque será cazador como su abuelo tehuelche.
Antes que oscurezca, cada uno regresa a su lado del río, entonces sienten que para los dos sopla el mismo puelche que hace remolinos cambiando semillas en las huertas, y son las mismas bandurrias que van y vienen, y que para todos en esta Patagonia hay una misma luna que ya sube como un pan blanco por el cielo.
De Furia y paciencia (El Kultrún, 2001)
“Cuentan mis padres” - Oscar Sarhan (1970, El Chocón; reside en Neuquén, Argentina)
Cuentan mis padres que en los bailes de antaño, en su pueblo, Ramos Mexia, en la Línea Sur de Río Negro, las clases sociales estaban divididas por una soguita que delimitaba el lugar de las mesas. Los hijos de los inmigrantes, "altos y blancos", en este caso mi padre, hijo de libaneses, solían bailar de un lado, mientras que los descendientes de los "paisanos", mi madre, lo hacían del otro.
Mi papá burlaba la soga de un salto y venía a buscar a mamá. Allí fundaban el espacio propio, ese lugar de miradas y risas donde no entraba nadie más que ellos. Para la época y la región este amor no era bien visto. Por lo que un día, en una pequeña reunión de seres queridos, dijeron que esa misma noche se marcharían.
Cargaron sus cosas en la camioneta y se fueron para no volver más.
La luna de miel los acompañó por toda la Patagonia, hasta Ushuaia. Cruzaron el Estrecho furioso, visitaron barracas de lana, estancias, pueblos y playas desconocidos. Llegaron hasta donde se esconde el viento, donde dormita la lluvia.
Ya por estos lares, pensaron en Bariloche, y frente al cruce de El Chocón, decidieron entrar a pasar la noche, y se quedaron trece años. Allí nacimos mi hermano y yo.
Hace 50 años que están juntos, y lo cierto es que nunca se casaron. Aún hoy cuando les preguntan por qué no lo hicieron, responden que "todavía están probándose".
Algunos años atrás, vinieron a verme a París. Recuerdo una tarde en que andábamos caminando y nos acercamos a un carrusel. De pronto, un vals sonó a puro acordeón. Juro que vi el amor. Estaba ahí. Otra vez bailando los dos.
De Desamurados. Fotorelatos inmediatos (Planeta color, 2015)
“Fuego en la meseta” – Gerardo Burton (Buenos Aires, 1951; reside en Neuquén, Argentina)
llamas en la medianoche de la barda
gritos que nadie oirá nunca
y arena al día siguiente sobre las cenizas
el señor es mi pastor
no, no, no, por favor
no
el señor no es mi pastor
no el señor
por favor es mi pastor
el pastor no, no, ay, por qué a mí
qué voy a hacer
es mi pastor
silencio y llantos
en la barda
cuando atardece, cenizas y humo
sobre el viento que arena lleva
como muertes
en el aire cómplice
y nadie
nadie que acaricie el final
solos todos solos
por qué a mí
golpes en la tierra golpes, la vida
no no no no a mí
el señor es mi
pastor no no no a mí
no
es mi pastor nada
no
me puede faltar en praderas
de verdor no no no
a mí por qué
el señor es mi pastor
y el olmo reverdece
en la meseta del desierto
donde no oyen
el señor es
mi pastor, no
no es mi pastor
ay ay ay ay no
nada me puede faltar
por qué a mí
el señor en la barda
seis cuerpecitos calcinados
como hermanos también en la muerte
en la vida
ay
en la sepultura, luz
De Radiofotos (Último reino, 2004)
“El sur” - Clara Vouillat (1946, Buenos Aires; reside en General Roca - Fiske Menuco, Argentina)
El sur, seco y vacío
cuelga como un fleco
como la cola
de una paloma adormecida
sobre un cable de luz.
Tiene el balanceo
de un papel
al viento cósmico
del planeta
la forma de un exvoto
ofrendado a un dios
conmensurable y raquítico
que exige cada día
una ofrenda
sobre su ofertorio.
Yo amo su forma
de pan flauta
su flauta de dios Pan
que gime con el viento
arrachado
con el golpe cíclico
del mar sobre su costa.
Amo su baja estepa
su infinito atardecer
que arde como un corazón
atravesado
por los clavos de la naturaleza.
Amo las cruces de su cielo
donde estallan las estrellas
como fuegos
como cristales perdidos
en el universo.
Amo las noches que caen
de cabeza hacia su cénit
cuando sé que estoy colgada
boca arriba
entre el infinito de su tierra
y el confín que es la Tierra
en la galaxia.
De La otra orilla (Kuruf ediciones, 2018)
“Se trata de trazar el mapa” - Rosabetty Muñoz
(1960, Ancud, Chile)
Se trata de trazar el mapa, pero desborda.
Hay gente amada que se queda afuera.
El plano completo es mezquino;
la cordillera, por ejemplo,
una línea borroneada en gris.
Este es el ejercicio de acercar la vista.
Un ejercicio previo al cierre.
De Ligia (Chile: Lom Ediciones, 2019)
“Incendio” - Eduardo Palma Moreno
(1942, Nueva Imperial, Chile; Temuco – Neuquén)
El niño en su casilla, solitario, sintió que el dragón rompía su ventana.
De 50 microcuentos para leer en micro (Ediciones Coirón, 2014)
“X” - Liliana Campazzo
(Buenos Aires, 1959; reside en El Cóndor, Argentina)
Entre el norte y el sur
mi corazón de pensar elije
cortar el camino
saltar
el cerco
arrimar la silla
al borde mismo
acariciar la soga
pero me acuerdo
que hay ropa para tender
las papas en el fuego
tendría que comprar broches
pagar la boleta de la luz
escribir unos poemitas
llamar a mi amigo
hablar de libros
y hacer de cuenta
que nada ha sucedido.
De Fuera de juego (Espacio Hudson, 2020)
“Cuerpo del delito” - Maha Vial (1955 – 2020, Valdivia, Chile)
Cargamos el territorio
como un saco de papas
como si lleváramos al padre
en tránsito de muerte
queremos ir volar mutar
pero está aquí en cada página del libro
y es que todo territorio tiene su cuerpo
que se carga como al padre
o como a un saco de papas.
De Territorio cercado (Ed. Kultrún, 2015)
“Mapas vacíos” - Tamara Padrón (1980, Lima, Perú; reside en San Martín de los Andes, Argentina)
En mi familia los hijos no corresponden a sus padres
Siempre tuvieron que moverse
Sin documentos
o por el contrario
con una proliferación excesiva de identidades
cosa que al caso
viene a ser lo mismo.
Sin partidas de nacimiento, ni actas matrimoniales
certificados de buena conducta
o exámenes psicofísicos al día
Apurados
Sin certezas
Fueron presos de la tierra y su tiempo.
Hay que perdonarlos
Entendían de otras urgencias
Migrar fue el primer verbo aprendido
México, Perú, Montevideo, Buenos Aires
solo un puñado de nombres vacíos
en los mapas de la escuela.
¿Para qué saber tantas cosas
de nuestros padres?
De Migraciones (La vida se desliza con facilidad) (Macedonia Ediciones, 2018)
“Notas poéticas” - Macky Corbalán (1963, Cutral Co, Neuquén – 2014, Neuquén).
No siempre es un hecho, o nunca
lo es: una atmósfera que descarga
su peso muerto sobre lo que camina,
o respira o intenta hacer ambos.
Pensar es ya un acto. ¿Entenderían
esto que digo los que pasan riéndose
por la calle? Escupen una mucosidad
grumosa de desesperanza, mientras
avanzan detenidos.
Ella dijo algo sobre el cuerpo
pero no puedo recordarlo.
El alma se atardece con el día, aunque
supera el rumor creciente de cogollos
y chicharras con su runrún de frustraciones
vociferantes. Y es que cada amanecer tiene
su propósito, que se desdibuja con el andar
cansino del día, con su arrastrar metálico
para llegar a la noche ya sin memoria, sólo
ese regusto, esa oscura y velozmente
desaparecida intuición de incompletud.
Ella dijo algo sobre el cuerpo
pero no puedo recordarlo.
Se rehoga a diario la lengua contra
el aceite hirviendo del lenguaje, un oleoso
incendio de vejez anticipada. Palabra que
escribe, cae en desuso antes de pronunciarla.
Hay una carcajada loca acompañando
todo intento. No sabe si es ella o lenguaje
quien ríe, aunque sospecha que por la
amargura que le supone el acto, no es
suya esa sonoridad alterada. Otra vez, la
carcajada y el abismo entre el principio
y el fin. Ojalá hubiera puentes de una
sola orilla, eso sería, para ella, poesía.
Y algo del cuerpo le fue dicho, algo
de su consumación, de su ausencia,
de su desaparición, pero
no puede recordarlo
49 días debajo de una algarroba y no
pudo endulzar su corazón.
De La rama (Espacio Hudson – Fundación Oscar Sarhan para la cultura, 2022)